Gracias a la biomonitorización, sabemos que las personas están expuestas a distintos productos químicos exógenos a la vez. Por ejemplo, el envasado de alimentos puede ser una fuente de exposición a productos químicos y, generalmente, varias sustancias diferentes migrarán desde el envase de forma simultánea (pero a concentraciones variables). La toxicología reglamentaria exige pruebas de toxicidad para los compuestos que se utilizan para fabricar los envases de alimentos, pero éstos se ensayan individualmente y no en las combinaciones definitivas a las que los consumidores están expuestos. Además, las personas están expuestas a muchos otros compuestos a través de los alimentos, productos para el cuidado personal o el aire, y todas estas exposiciones se suman a la carga corporal de sustancias químicas y pueden causar efectos acumulativos.

En los últimos años, estudios científicos han establecido con claridad que las mezclas de productos químicos pueden actuar conjuntamente causando efectos, incluso si los compuestos individuales están por debajo de la concentración reglamentaria con efecto relevante. Estos fenómenos se han observado in vitro (pruebas basadas en la toxicidad celular) (Rajapakse y col. 2002) y en organismos completos (Hass y col. 2007; Christiansen y col. 2009; Christiansen y col. 2012).

Los efectos de las mezclas se pueden predecir con los modelos existentes, y se ha sugerido la evaluación del riesgo acumulativo de los productos químicos de acción similar (Kortenkamp y Faust 2010). Sin embargo, a menudo faltan datos exactos sobre la exposición y las propiedades toxicológicas, lo que reduce la fiabilidad del modelo.

Los fenómenos de las mezcla son indiscutibles para la comunidad científica, pero su traslación a la evaluación de riesgos está demostrando ser un reto. Un proyecto de investigación en curso de la UE  aborda cómo se puede gestionar la evaluación de riesgos para las mezclas.

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